miércoles, octubre 12, 2005

De Portomarín a Palas de Rei

4 de octubre, 2005
Después de una noche de ansiado descanso compartiendo un dormitorio con unos 50 peregrinos más (si no me quedo corta), durmiendo en cómodas cuchetas (literas) de Ikea, tratando de abstraerme del concierto multi-idiomático de ronquidos (tapones de silicona mediante), nos dispusimos a buscar donde desayunar. Café con leche cargadito, tostadas con aceite, juguito de naranja (se convirtió en un clásico matutino, para salir bien polenteaditas) y allá fuimos!

Claro, la bruta escalera nos esperaba otra vez, ahora para ser bajada... primero el pié derecho, después el izquierdo al mismo escalón y otra vez: derecho, izquierdo, derecho, izquierdo... uno no se da cuenta qué rapidamente se bajan unas escaleras cuando uno está sano y qué despacito hay que hacerlo cuando duelen las chiquizuelas. Pero bueno, las bajamos y enfilamos la senda que nos llevaría a Palas de Rei.

Apenas salidas de Portomarín esaba bastante húmedo, una nube de niebla nos acompañó hasta que salió el sol, como a las 9:30.
El camino corre paralelo a la ruta, alejándose un poco por momentos.
Se agradece cuando deja de escuchar la interferencia del ruido de los motores. La verdad es que el ruido propio del camino es un bálsamo: los zapatos sobre la grava, el trino de los pájaros, los pasos curiosos e indecisos de ardillas y algún otro bicho de por ahí... cuervos y urracas que se acercan con prudencia pero decididos... en fin, se siente que uno está "de visita" y ellos se comportan amigables aunque no excesivamente confiados.

Nos cautivó la profusión de telas de araña... por todas partes, preciosas y bastante vistosas.
No es que nos creamos unas observadoras científicas, pero bueno, en estas circunstancias todo atrae la atención del caminante...
Suerte que tenemos cámaras digitales, que si no... la gracia de las telarañas nos hubiera costado un fangote de euros :o)

Durante la marcha uno se cruza con otros peregrinos - los deja atrás y viceversa - pero lo que uno aprende enseguida es que, cada uno a su aire, todo el mundo disfruta de forma similar de la caminata, las vistas, las charlas, las paradas, los bocadillos o las uvas que nos regalan los aldeanos generosos.


Así fue la cosa durante la mañana... meta barritas de cereales con frutitos del bosque, muy vitaminizadas, muy mineralizadas, pero qué no daría un peregrino por una buena comida! Y justo nos encontramos en una aldeíta (no me acuerdo cuál) con un restaurante precioso, con ensaladas variadas y pizzas artesanales!! Ahí nos anotamos!

Y así fue que llegamos a Palas de Rei y nos alojamos en un albergue "de pago".

Final del segundo día!